NUESTRA RELEVANCIA EN EL COSMOS
Una excelente crónica de mi caro colega, amigo, y compañero de promoción de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), ME-63, presidente de ésta por cerca de sesenta años, Ing. Juan G. Hanke, quien tuvo la fineza de aceptar mi pedido para publicarla en mi blog.
“Imaginemos al planeta Tierra tal como es, pero sin la presencia del ser humano. En esta condición lo existente no tendría sentido dado que sin la única especie que tiene consciencia no habría algo o alguien que se dé cuenta de su propia realidad y de la del mundo que lo rodea, esto es, la Tierra y el Universo, del que forma parte, serían entidades físicas sin fundamento de ser o estar. Es el ser humano con su capacidad de pensar y tener uso de razón, así como de aprehender su entorno, el que hace posible justificar la realidad de la que forma parte.
Los seres humanos, como todas las especies, estamos configurados de acuerdo con las condiciones que ofrece el planeta que habitamos, tales como su tamaño y la fuerza de gravedad inherente, la distancia al Sol y el rango de temperaturas, la existencia de agua, la presencia de la atmósfera y su composición, la presión atmosférica, el campo magnético que nos protege de la radiación solar, la variedad de elementos químicos que hacen posible contar con alimentos, etc.
De lo anterior se deduce que, de existir vida en otros planetas, los seres vivientes allí presentes tendrían la configuración física resultante de la influencia de las condiciones particulares existentes, no necesariamente similares a las de la Tierra y con la interrogante adicional sobre la eventual presencia de por lo menos un ser dotado de conciencia, como nosotros.
En cuanto a la consciencia, sabemos de qué se trata, pero no estamos seguros de cómo se origina y todavía, después de siglos de intentos, no podemos definirla.
Sin embargo, podemos establecer una relación entre consciencia y civilización para inferir que allí donde hay seres conscientes también habrá civilizaciones. Es difícil imaginar un ser dotado de un estado superior de intelecto, hasta el nivel consciente sin un entorno creado por él mismo como parte de su subsistencia y desarrollo.
La exploración del universo tiene motivación inherente a las inquietudes del ser humano y a la necesidad de encontrar un planeta de reemplazo para cuando hayamos agotado la Tierra. Entonces, ya sea como consecuencia de este afán, o el de otras civilizaciones, cuando nos encontremos con seres vivientes de otras galaxias podremos apreciar las diferencias en la configuración física y eventualmente en la forma de pensar, sin dejar de preguntarnos si los encuentros serán amistosos.
El incremento constante en la velocidad de desarrollo de la ciencia y la tecnología nos llevará a ser capaces de acometer la exploración espacial más allá de nuestra Galaxia y es posible que para cuando esto ocurra también tengamos desentrañado el misterio de la consciencia. Así, estaríamos equipados en ambos campos, para hacer frente a lo que encontremos en la inevitable búsqueda planetaria, congruente con nuestro innato afán por más y mejor conocimiento y la necesidad de contar con una nueva casa para la continuación de la humanidad. En ese momento habremos probado nuestra relevancia en el Cosmos.
San Isidro, 10 de marzo del 2022”
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