Mi paso por el SESQUICENTENARIO COLEGIO NACIONAL DE VARONES “LA LIBERTAD” DE HUARAZ, desde 1953 hasta 1957, me fue muy satisfactorio, estudié duro y parejo y aprendí mucho, con profesores de primera categoría, y en un ambiente sano, divertido, muy exigente académicamente, una casi estoica disciplina ahondada por la Instrucción Pre Militar (IPM) existente en ese entonces.
El número total de alumnos bordeaba los 800.
Como ya narré en mi artículo referente a mi Instrucción Primaria, la beca que obtuve me dio el derecho de estar en el Internado del Colegio, donde la gran mayoría eran becarios también, procedentes de todas las Provincias del Departamento de Ancash y algunos pocos de otros Departamentos. Estaba pues allí la crema y nata de los alumnos del Colegio. Existían unos cuantos alumnos pagantes, de ellos la mayor parte obligados por sus respectivos padres para que aprovechasen mejor sus tiempos de estudios. Una especie de “castigo”.
El ser becario eximía al alumno de todo pago: Habitación, comida y derecho de estudios.
La condición para permanecer becario, además de ser disciplinado, era NO SER DESAPROBADO (Lo designábamos APLAZADO) NI SIQUIERA EN UN CURSO. Debería pasar INVICTO al año siguiente.
El total de internos bordeaba los 120.
A propósito del empeño de conservar la beca, un vehemente anhelo de todo becario y, especialmente el mío, comento lo que sigue:
El curso de IPM era enseñado durante los 5 años. Había dos instructores, suboficiales ambos. El más antiguo era jefe, tal como corresponde en el ámbito militar, y era tan estricto y de férreo carácter, que infundía respeto absoluto y hasta temor, le habían puesto el apelativo de “Barrabás” llamado también Suboficial Grande (S.G) ÉL enseñaba en los salones “A” y “B” del Primero al Tercer Años y a todos los del Cuarto y Quinto. Al menos antiguo lo llamábamos el Suboficial Chico (S.Ch) quien enseñaba al resto de los alumnos.
A mí me enseñaba Barrabás.
En el examen bimestral de mayo, que era oral, en mi balota una de las preguntas fue describir una COLINA. Yo conocía muchísimas colinas, y cuando el S.G. me preguntó: ¿Qué es una colina? al que respondí a mi manera, pero no como la describía el Manual de IPM. Me calificó 50, sobre 100.
Como me horrorizaba perder mi beca, aprendí de memoria el manual de IPM para los exámenes posteriores. En julio mi calificativo fue 65, en septiembre 70. Lo de diciembre amerita extenderme un poco más: Comienzo diciendo que la relación personal entre los dos suboficiales era de lo peor y trascendía al alumnado. Sus pésimas relaciones eran vox populi.
La nota de los exámenes finales, de diciembre, se duplicaba y se sumaba a las de los tres bimestres anteriores. La NOTA FINAL era ese total dividido entre cinco. Tal procedimiento era para también para cualquier otro curso.
Para el examen de IPM de diciembre, siempre oral, en el balotario apareció una pregunta sobre las “ENSEÑAS”, tema que NO nos había enseñado el S.G., aunque estaba en el Manual, pero (casi) nadie lo aprendió.
Al momento del examen el S.Ch. se percató de esa falla de su superior y a todo alumno que le tocaba la pregunta ‘ENSEÑAS’, le arrimaba esta cuestión. A la que la respuesta era infaliblemente “No nos ha enseñado”. El S.G. estaba que tragaba hiel.
En mi balota aparece “ENSEÑAS” y lo primero que el S.Ch. me preguntó “Dígame: ¿Qué son las “ENSEÑAS”? ¿Notaron el (casi) que anoté líneas arriba?, ¿Sí?, yo por si un acaso, YO LO HABÍA MEMORIZADO del manual, y le respondí de paporreta: “Toda vez que las unidades militares desfilen en la Capital de la República, serán precedidas por la insignia… y seguí recitando…”, hasta que el S.G. me dice ¡Basta!, ¡Basta!... El resto del examen fue de rutina, excepto la nota final que apareció en mi libreta: 75. Nunca pude explicarme el por qué obtuve tan alta nota, visto que las bimestrales no lo ameritaban, con las cuales se promediaba la final, duplicada.
Era la actuación de la clausura del Año escolar de 1964, del Segundo Año de Secundaria, que se estaba celebrando en el amplio Salón de Actos del Colegio, con la concurrencia de las autoridades del Departamento, el público en general y todo el alumnado. Después de los discursos de orden se inició la distribución de premios. Comenzó con los premios, segundo y primero, a los dos alumnos galardonados del Primer Año, siguió con el segundo premio para los del Segundo Año: ¡Oh, sorpresa!: escucho mi nombre: Alumno Gilberto Reyes Moreno. Jamás tuve la menor idea de que aconteciera tal milagro: ¡Era uno de los dos mejores alumnos del Segundo Año de Secundaria! Mi única obsesión había sido salvar mi beca.
En el Tercer Año obtuve el Primer Premio. En ese año, 1965, por primera, por única vez, las autoridades del Colegio habían coordinado con los propietarios de algunos establecimientos comerciales importantes de Huaraz, para que a los alumnos que obtuvieran los primeros premios en aprovechamiento, les premiaran pagando sus respectivos derechos de enseñanza el siguiente año escolar.
Como yo era becario, me entregaron cantantes y sonantes TRESCIENTOS SETENTA Y CINCO SOLES ORO (así se denominaba entonces: ORO): Origen de mi primer terno.
En los Años 4to. Y 5to, no obtuve premio alguno. Para entonces, un seminarista, quien al finalizar sus estudios sacerdotales desistió de ser un ministro de Dios, sino ingeniero para lo que tuvo que revalidar sus estudios, 4to.y 5to. de secundaria. Lo hizo en mi Colegio.
No pude competir con el seminarista quien obtuvo los premios en el 4to. y 5to. años. ¿Algo injusto? quien sabe. (Los segundos premios habían sido suprimidos)
Aquí permítaseme enfatizar lo que sigue: El objetivo de concurrir a un centro de aprendizaje no es para sacar notas altas, aprobar brillantemente un determinado examen ni obtener premio alguno: Es otro mucho más excelso: El APRENDER. No siempre se presenta la oportunidad, como para mí ahora, de gritar a los cuatro vientos que yo saqué tal o cual nota alta o fuí premiado, simplemente porque, primero, casi no hay oportunidad para hacerlo y segundo porque suena por demás cursi y petulante. En cambio, lo que se ha aprendido nos sirve, hasta sin pretenderlo, para demostrar el nivel de preparación que se posee, para lo cual sí se presentan ocasiones a menudo.
Pero lo más importante fue que tuve la gran oportunidad de estudiar en un colegio del nivel académico del COLEGIO NACIONAL DE VARONES “LA LIBERTAD” DE HUARAZ. Lo que aprendí me sirvió sobremanera en las diversas facetas de mi vida, incluyendo la universitaria de ingeniería, gracias a los excelentes profesores que tuve, no solo desde el vértice académico, sino también por su dedicación apostólica a la enseñanza.
(Tal vez les cuente también mi paso por la Universidad Nacional de Ingeniería, en la siguiente entrega del blog)
Agosto 2021
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