INTRODUCCIÓN
Siempre tuve la inclinación de comparar estos dos poemas: El primero del peruano José Santos Chocano y el segundo del nicaragüense Rubén Darío.
Ambos son de estilo épico, verso librista y de una excelsa y sonora musicalidad.
El tema del poema del nicaragüense es de contexto más trascendente y universal que el del peruano, eso limita en algo al de Chocano ya que en su caso es de carácter más particular. La Marcha Triunfal es para todos los tiempos y pueblos mientras que Los Caballos… se circunscribe a una época y a un lugar. Ello, la mayor difusión del poema de Darío y su fama como diplomático, político y poeta nublan, comparativamente, un tanto a esta obra de José Santos. Sin embargo, ambos poemas engalanan con espléndido fulgor las letras castellanas.
PERO… ¿QUIENES FUERON RUBÉN DARÍO Y JOSÉ SANTOS CHOCANO?
Una sucinta biografía de ellos parece imprescindible; por lo que los incluyo en el presente artículo.
JOSÉ SANTOS CHOCANO
(Lima, 1875 - Santiago de Chile, 1934) Poeta peruano. Encarcelado a los veinte años por actividades subversivas, ya en libertad emprendió una trepidante actividad política. Desempeñó diversos cargos diplomáticos en Colombia y en España, y fue consejero de Pancho Villa en México y de Estrada Cabrera en Guatemala, donde fue condenado a muerte (1924), dizque por haber bombardeado la Capital, la protesta de varios gobiernos del mundo hizo que fuera amnistiado. Regresó al Perú, donde volvió a conocer la cárcel tras una oscura reyerta con un periodista apellidado Elmore, quien murió como consecuencia del pistoletazo que le infringiera Chocano. Indultado de nuevo, pasó a Santiago de Chile, donde murió asesinado, en un tranvía, de dos puñaladas, por un enajenado mental.
Sus publicaciones fueron Iras santas (1895), En la aldea (1895) y Azahares (1896). Seguidor de los cánones parnasianos y modernistas, con el tiempo reaccionó contra esta influencia, si bien en su poesía siempre hizo gala de un gran virtuosismo. Alma América (1906) y Fiat Lux (1908) son, de entre sus obras de madurez, las más conocidas.
Se cuenta que dijo, en un alarde de egocentrismo: ”El Norte tiene a Whitman, el Sur a Chocano” parangonándose con el estadounidense Walt Whitman, autor del excelente libro “Leaves of Grass”.
Su poema titulado: ”BLASON” dice mucho de lo que Chocano pensaba de el mismo. (Soy el Cantor de América, autóctono y salvaje…mi lira tiene un alma, mi canto un ideal…Mi verso no se mece colgado de un ramaje en un vaivén pausado de hamaca tropical…Si no hubiera sido poeta, tal vez hubiera sido un blanco aventurero o un Indio Emperador…)
Adaptado, por Gilberto Reyes Moreno, de Internet: BIOGRAFÍAS Y VIDAS EN LÍNEA
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Marzo, 2021.
POEMA LOS CABALLOS DE LOS CONQUISTADORES
NOTA: Antes de apreciar el poema de José Santos Chocano, he visto por conveniente escribir unas pocas palabras acerca de este noble bruto:
EL CABALLO
Los caballos son considerados por algunas personas como siendo los más hermosos animales de la tierra.
Animal de gran estima y muy numeroso antaño; de diversas razas, colores y tamaños; ha sido desplazado lamentable y casi totalmente con el advenimiento de los vehículos motorizados. Son conservados ahora solo algunos de sus ejemplares, de razas selectas, para correr en los hipódromos o para competencias ecuestres de lujo o para fines policiales o convertidos en mascotas, entre éstos los preferidos pony.
Sirvieron al hombre secularmente como insustituible ayuda para transportar carga, halar carrozas, monta de jinetes y por el hecho preponderante de que la caballería de los ejércitos muchas veces decidía la victoria en los campos de batalla.
Hasta hace no más de unas cuantas décadas el poseer un buen caballo era un signo imponente para el dueño. Era comparable con tener un automóvil de lujo: un Rolls Royce, un Bugati, un Mercedes Benz, un Tesla o similares, actualmente.
Muchos poetas han cantado a los caballos odas y versos de alabanza muy merecidos y el peruano DON JOSÉ SANTOS CHOCANO, El Cantor de América, ha hecho lo propio, derrochando lirismo, en versos de épica grandilocuente, al contarnos la epopeya de LOS CABALLOS DE LOS CONQUISTADORES, que aparece escrita, con sumo orgullo, en la presente entrega de mi blog.
LOS CABALLOS DE LOS CONQUISTADORES
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas Relucientes y sus cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
¡No! No han sido los guerreros solamente, De corazas y penachos y tizonas y estandartes, Los que hicieron la conquista De las selvas y los Andes:
Los caballos andaluces, cuyos nervios Tienen chispas de la raza voladora de los árabes, Estamparon sus gloriosas herraduras En los secos pedregales, En los húmedos pantanos, En los ríos resonantes, En las nieves silenciosas, En las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
Un caballo fue el primero, En los tórridos manglares, Cuando el grupo de Balboa caminaba Despertando las dormidas soledades, Que de pronto dio el aviso Del Pacífico Océano, porque ráfagas de aire Al olfato le trajeron Las salinas humedades;
Y el caballo de Quesada, que en la cumbre Se detuvo viendo, en lo hondo de los valles, El fuetazo de un torrente Como el gesto de una cólera salvaje, Saludó con un relincho La sabana interminable... Y bajó con fácil trote, Los peldaños de los Andes, Cual por unas milenarias escaleras Que crujían bajo el golpe de los cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
Y aquel otro, de ancho tórax, Que la testa pone en alto Cual queriendo ser más grande, En que Hernán Cortés un día Caballero sobre estribos rutilantes, Desde México hasta Honduras Mide leguas y semanas entre rocas y boscajes, Es más digno de los lauros Que los potros que galopan En los cánticos triunfales Con que Píndaro celebra Las olímpicas disputas Entre el vuelo de los carros y la fuga de los aires
Y es más digno todavía De las odas inmortales El caballo con que Soto, diestramente, Y tejiendo las cabriolas como él sabe, Causa asombro, pone espanto, roba fuerzas, Y entre el coro de los indios, Sin que nadie haga un gesto de reproche, Llega al trono de Atahualpa y salpica con espumas Las insignias imperiales.
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
El caballo del beduino Que se traga soledades. El caballo milagroso de San Jorge, Que tritura con sus cascos los dragones infernales. El de César en las Galias. El de Aníbal en los Alpes. El Centauro de las clásicas leyendas, Mitad potro, mitad hombre, Que galopa sin cansarse, Y que sueña sin dormirse, Y que flecha los luceros, Y que corre como el aire, Todos tienen menos alma, menos fuerza, menos sangre, Que los épicos caballos andaluces En las tierras de la Atlántida salvaje, Soportando las fatigas, Las espuelas y las hambres, Bajo el peso de las férreas armaduras, Cual desfile de heroísmos, Coronados entre el fleco de los anchos estandartes Con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.
En mitad de los fragores del combate, Los caballos con sus pechos arrollaban A los indios, y seguían adelante. Y, así, a veces, a los gritos de "¡Santiago!", Entre el humo y el fulgor de los metales, Se veía que pasaba, como un sueño, El caballo del apóstol a galope por los aires.
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
Se diría una epopeya De caballos singulares Que a manera de hipogrifos desalados O cual río que se cuelga de los Andes, Llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes, De unas tierras nunca vistas, A otras tierras conquistables. Y de súbito, espantados por un cuerno Que se hincha con soplido de huracanes, Dan nerviosos un soplido tan profundo, Que parece que quisiera perpetuarse. Y en las pampas y confines Ven las tristes lejanías Y remontan las edades Y se sienten atraídos Por los nuevos horizontes: Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al escape.
Detrás de ellos, una nube, Que es la nube de la gloria, Se levanta por los aires.
¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!
FIN
RUBÉN DARÍO
Nicaragüense (1867-1916) Su verdadero nombre fue Félix Rubén García Sarmiento. Fue un niño prodigio, ya a los trece años empezó su labor poética.
Juan Valera, miembro de La Academia Española de la Lengua, en su carta a Rubén Darío fechada en Madrid el 22 de octubre de 1888, como respuesta a la suya adjuntándole un ejemplar de su corto libro titulado AZUL… recientemente editado, enciende la llama de su fama hasta hollar cumbres insospechadas, como manifiesta el propio Rubén, tanto en Latinoamérica, España y otros países.
Viajó por varios países de América, especialmente Argentina y Chile donde radicó una temporada y escribió, entre otros, Canto Épico a las Glorias de Chile y Caupolicán, luego fue a Europa donde alternó con los escritores de la época, como con los famosos de la Generación Española del 98 (Unamuno, Valle Inclán, Azorín, Los hermanos Machado, Pio Baroja, Juan Ramón Jiménez, etc.). Fue un gran precursor de la literatura modernista en Latinoamérica, influyendo en escritores de la talla de Huidobro, Neruda y Cruchaga Santa María en Chile; José María Eguren y César Vallejo en el Perú; Ledezma Lima en Cuba; Ramón López, Amado Nervo y el genial Octavio Paz en México; el ideólogo Enrique Rodo en Uruguay y en otros más.
Fue diplomático de su país, ejerció el periodismo, escritor y poeta, introductor de innumerables galicismos al idioma castellano, cultor de la poesía épica y poseedor de una basta erudición.
Su obra es muy amplia, tanto en verso como en exquisita prosa. Menciono algunas de ellas: Azul, Los Raros, Los Colores del Estandarte, Prosas Profanas, su poemario Cantos de Vida y Esperanza, Salutación al Águila, etc.
“La Marcha Triunfal” poema que adorna este blog, es modelo de ornamentación y musicalidad, escrita en Buenos Aires en 1895, es uno de sus poemas épicos más conocidos, al igual que su “Canción de Otoño en Primavera” (…cuando quiero llorar no lloro y, a veces, lloro sin querer...) (…plural ha sido la celeste historia de mi corazón… y las demás en tantas tierras, en tantos climas siempre son, sino pretexto de mis rimas, fantasmas del corazón…)
Este escrito está basado en el libro: “AZUL…”, Editado por Jorge Garza Castillo, prologado y presentado por Frances LL. Cardona. (FONTANA)
Esta sucinta biografía se presenta aquí sin fines de lucro, solo didácticos, para ser distribuido entre un pequeño grupo de familiares y amigos del responsable del blog.
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Marzo, 2021.
LA MARCHA TRIUNFAL
¡Ya viene el cortejo! ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines. Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes, los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas la gloria solemne de los estandartes, llevados por manos robustas de heroicos atletas. Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros, los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, los cascos que hieren la tierra y los timbaleros, que el paso acompasan con ritmos marciales. ¡Tal pasan los fieros guerreros debajo los arcos triunfales! Los claros clarines de pronto levantan sus sones, su canto sonoro, su cálido coro, que envuelve en su trueno de oro la augusta soberbia de los pabellones. Él dice la lucha, la herida venganza, las ásperas crines, los rudos penachos, la pica, la lanza, la sangre que riega de heroicos carmines la tierra; de negros mastines que azuza la muerte, que rige la guerra. Los áureos sonidos anuncian el advenimiento triunfal de la Gloria; dejando el picacho que guarda sus nidos, tendiendo sus alas enormes al viento, los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria! Ya pasa el cortejo. Señala el abuelo los héroes al niño. Ved cómo la barba del viejo los bucles de oro circundan de armiño. Las bellas mujeres aprestan coronas de flores, y bajo los pórticos vence sus rostros de rosa; y la más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores. ¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera honor al herido y honor a los fieles soldados que muerte encontraron por mano extranjera! ¡Clarines! ¡Laureles! Los nobles espadas de tiempos gloriosos, desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que osos, hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros. Las trompas guerreras resuenan: de voces los aires se llenan... A aquellas antiguas espadas, a aquellos ilustres aceros, que encaman las glorias pasadas... Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas, y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros, al que ama la insignia del suelo materno, al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano, los soles del rojo verano, las nieves y vientos del gélido invierno, la noche, la escarcha y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal, ¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!...
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